miércoles, 26 de noviembre de 2014

Relato de Nulner.

Bueno, pues aqui os dejamos nuestro primer relato.
Nuestra primera partida ha sido La masacre de Nerdua .
Este relato pertenece a uno de los posibles personajes de entre los 7 que nos deja escoger la partida.
En nuestro caso, a Nulner no se lo escogió nadie. Pero por las características que se daban de él, nos pareció divertido ahondar un poco en su historia.

Ahí os va. Esperamos que os guste, o por lo menos que no os desagrade.


He descubierto que yo, realmente odio a la gente.
Quizá de ahí venga mi afición a estar encerrado entre libros durante larguísimas jornadas. Cuando profundizo en mis pensamientos y curiosidades, pierdo la noción de las horas e incluso de los días que pasan.
La verdad, estudiar siempre fue mi pasión, quizá sea porque siempre fui un chico muy curioso o quizá porque en lo más profundo de mi ser reina un afán incontrolable por ser alguien, por ser más que los demás…
Es el miedo, sí, creo que sí.
Es el miedo el que me ha frenado siempre, el que me ha paralizado y me ha hecho renegarme a ser un simple y estúpido médico de pueblo.
Pero para ser sincero esto no me importaba mucho,  pues los habitantes de Nerdua habían tomado la iniciativa de proveerme de todo lo necesario para mi manutención, así como de materiales médicos a cambio de mis servicios como sanador.
Este hecho me permitía poder dedicar aun más tiempo a esconderme entre mis libros.
Pero el día que él apareció, mi vida cambió de una manera drástica. Vino a mitad de noche. No le escuché llegar, parece que la gente del pueblo tampoco, o por lo menos nadie me ha preguntado nada…
Iba vestido con esa túnica oscura que caracteriza a La Corrección, esa túnica que hace temblar a cualquier persona, esa túnica que infunde el miedo.
Pero por algún extraño motivo, yo no sentía esa sensación, Era como si estuviera esperando su llegada. De hecho, creo que de una forma u otra me sentí aliviado al verle.
Me dijo que su nombre era Searam.
Estuvimos charlando durante un buen rato, fue como si conociera todas mis inquietudes, todos mis pensamientos.
Rápidamente me lo propuso, me dijo que si quería trabajar para ellos.
Me convenció de que era un trabajo muy sencillo, simplemente tenía que informarle de las herejías que pudiera observar o intuir que se estaban cometiendo en la ciudad.
No lo tuve que pensar ni un momento. Este era el aliciente que le faltaba a mi vida, aquello para lo que yo estaba destinado.
Además, la Corrección era la orden por excelencia. Si había alguna organización que conocía secretos no desvelados eran ellos. Esto realmente era mi sueño, mi anhelo.
Searam se fue igual de silencioso que vino.
Yo permanecí con mis labores de médico. Con los ojos mucho más abiertos, pero con la boca igual de cerrada.

Ha pasado ya un mes desde que el viejo Manlo vino a verme.
Esas verdes pústulas que parecían estar consumiéndole sus heridas eran repugnantes. Era algo que, desde luego, en mis libros de medicina no aparecía.
Esto parecía un hecho sobrenatural, parecía cosa de Taharda. Sí, sin duda tenía que serlo.
Rápidamente me puse en contacto con Searam. Codifiqué la carta minuciosamente con sus instrucciones y se la di al mensajero.
Manlo empeoraba cada día. No había forma de controlar las pústulas, estaban invadiendo su cuerpo de una forma espeluznante.
Al quinto día, Manlo falleció. Estaba totalmente desfigurado, realmente era imposible reconocerlo. Sin duda, era lo más terrorífico que yo había visto en mi experiencia como médico.
Para cuando me estaba disponiendo a examinar el putrefacto cuerpo de Manlo, Searam apareció.
Ya no era el hombre agradable y educado que fue aquel día. Rápidamente me ordenó, con un tono totalmente imperativo, que saliera de mi casa. Yo le obedecí, claro.
Al cabo de una hora, ví salir un denso humo del patio trasero de mi casa. Me dispuse a entrar dentro. Cuando crucé hasta el patio, ví a Searam con una de mis antorchas en la mano,  en el suelo estaba el cadáver putrefacto de Manlo. O lo poco que quedaba de él, pues el fuego se lo estaba llevando como si de un vulgar animal se tratase.
Searam me miró fijamente a los ojos, durante un rato estuvo en silencio y me dijo: ‘’Mantén los ojos abiertos y sigue con la boca bien cerrada’’.
No tardó ni media hora más en coger su caballo y salir como una centella de la ciudad.
Entré a mi casa algo confuso. Supongo que a partir de ahora era mi jefe y le debía sumisión, pero desde luego que no estaba acostumbrado a que nadie se dirigiera a mí con esas formas.
Volví a recogerlo todo. Mi sorpresa llegó cuando me fijé en la mesa del escritorio. Había un libro que antes no estaba. Era uno de los tratados de medicina harrassiana, era como tener una joya en mi biblioteca.
Al menos Searam había tenido un detalle conmigo…

Pasó el tiempo y hubo rumores. Varias habladurías rondaban por las calles de Nerdua. Asquerosas ratas…
Había quien sospechaba que yo había empezado a tener contactos con La Corrección, y estos secretamente lo consideraban una traición, pues el viejo Manlo era un hombre muy querido en Nerdua y no creían que ese fuera un entierro digno.
Desde luego, he notado que han requerido muchísimo menos mis servicios a lo largo de este mes. Ahí se pudran…más de lo que están ya.
Otro de los rumores en este tiempo ha sido bastante concurrido. La gente dice que Manlo, en un ataque de ira en su lecho de muerte, mordió a su mujer.
Desde luego, por mi consulta no apareció.

Esta noche parece que los rumores han sido confirmados.
Hace media hora, estaba estudiando mi recién adquirido tratado de medicina harrassiano, cuando empecé a oír un estruendoso alboroto en la calle. Al principio creí que sería alguna estúpida festividad de estos malditos desagradecidos. Pero cuando he empezado a diferenciar gritos agónicos he subido velozmente a ver que pasaba.
Es increíble, es… inhumano
La gente se está devorando entre sí. Las vísceras corren por las calles como si fueran ríos tintados de rojo.
Los hombres a los que yo conozco andan deambulantes con la mitad de sus órganos vitales colgando por fuera de sus cuerpos. Otros parecen haber perdido toda su musculatura, meros huesos andantes.
Hay montones de ellos divididos en grupos. Allí donde veo un cuerpo tirado hay 4 o 5 criaturas devorándolo con una ansiedad inhumana.
He cerrado la puerta y la he atrancado con todos los muebles que tengo.
He de informar a Searam de esto y salir de la ciudad para ir a la dirección que él me dio. ¿ Como lo voy a hacer? No, aun no. Todavía no estoy muerto, no puedo rendirme.
Creo que voy a coger la vieja pala del granero y voy a salir ahí fuera. Espero que aún quede algún guardia vivo para defendernos.
El miedo invade mi endeble cuerpo. No soy ningún espadachín ni nada por el estilo, pero quizá hoy tenga que ejercer como uno de ellos.
Si alguien puede leer estas líneas, le pido por favor que cuente lo que pasó en la ciudad.

Quizá las historias la recuerden como "La Masacre de Nerdua"

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